¡Bruselas! Otra vez Bruselas. La capital comunitaria parece utilizar con nuestros intereses la táctica del palo y la zanahoria. Nos da un poco y nos quita más de lo que nos da, al menos esa es la impresión que deja en el ciudadano de a pie. Y lo hace con uno de los sectores más importantes de nuestra economía, como es el aceite de oliva. La última, lo de las aceiteras rellenables. Después de anunciar a bombo y platillo su prohibición en los bares y restaurantes, el Comisario de Agricultura, rectifica y recula en base no se sabe muy bien a qué y cede a las presiones de los países del norte. Sí, curiosamente ante aquellos a los que el aceite de oliva les importa un pimiento, pero como marcan el ritmo de la Unión Europea… Pues eso, ¿adivinan quien se joroba otra vez?
Pues sí, amigos lectores, han acertado de plano. ¡Otra vez España la gran perjudicada! Aunque esta vez, y sólo por esta vez está en manos de nuestro país cambiar las cosas como ya ocurrió con la prohibición de las mezclas. Una práctica autorizada por Europa pero prohíba en nuestro país.
Pues con lo de las aceiteras rellenables pasa lo mismo, si el señor Ciolos (Comisario Europeo de Agricultura) ha topado con uno de esos “lobbys” y ha provocado que todo el sector productor ponga el grito en el cielo, ya que consideran la supresión de las aceiteras rellenables como un salto de calidad para nuestro oro líquido y una garantía para los consumidores, ahora está en manos del sector mover los hilos para lograr su objetivo.
¿No necesitará nuestra provincia un lobby de ésos?, me pregunta mi amigo el Tertuliano. No estaría mal crear un lobby de aquí, con su seña de identidad, hasta lo podríamos inscribir en el registro de la Unión Europea para darle total transparencia. A lo mejor así podríamos ver acabados los proyectos pendientes. Hasta podemos crear una ruta de las obras inacabadas. ¡Están hasta señalizadas con sus correspondientes carteles! Son fáciles de localizar. No se precisa el GPS.
El cabildear se ha puesto de moda, cabildeemos. Primero fue la democracia, luego la burocracia. Ambas están “demodé”, ahora lo verdaderamente “in” es la lobbycracia. ¿Quién se apunta?
