EL TIEMPO EN JAEN

lunes, 27 de junio de 2011

ENTREVIAS

El asunto del tranvía no acaba de sorprendernos. No hemos digerido un nuevo dato, cuando aparece otro que nos deja atónitos y absortos. Lo del tranvía va camino de convertirse en la historia interminable que el ciudadano de a pie no alcanza a comprender.
No es de recibo que una obra que ha costado la friolera de 100 millones de euros se convierta en arma arrojadiza entre la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento o viceversa. Más allá de estar o no de acuerdo con esta infraestructura de lo que ahora se trata es de aplicar el sentido común en favor del interés general. ¿Se puede mantener una infraestructura en desuso a costa de que se deteriore? ¿Sería justo y sensato? ¿Lo entenderían los ciudadanos?
Un tranvía que podría estar funcionando en vacío y sin pasajeros porque cabe recordar que existe una resolución judicial que impide que pueda ser utilizado de forma gratuita por los ciudadanos. Pero funcionando.
Por otra parte, no es menos cierto, que el Ayuntamiento de Jaén no puede asumir el coste total del servicio dada sus penurias económicas por lo que habría que dialogar e intentar llegar a un acuerdo. Algo que actualmente parece inviable. Lamentablemente, la historia se repite en esta ciudad y en esta provincia. Ya ocurrió algo similar con la ubicación del nuevo teatro o con el Museo de Arte ibérico. Por no hablar de las instalciones deportivas del Felipe Arche. Aquí, cuando se trata de crear una nueva infraestructura o de utilizarla, el acuerdo entre las administraciones implicadas resulta no ya muy difícil, sino casi imposible.
Pues con lo del tranvía igual. El Alcalde dice que no existen papeles sobre la recepción de los vagones y la Junta de Andalucía los esgrime. Las dudas se multiplican. ¿Se trata de los mismos papeles? Si no es así ¿qué papeles exigen unos y han enseñado otros?
Al final las administraciones están condenadas a entenderse. Los ciudadanos no entenderían que el tranvía fuera objeto del "Pim, pam, pum... político". Sea como fuere este sistema de transporte está ahí y habrá que aceptarlo. La estrategia de la confrontación suele pasar factura y los ciudadanos están cansados de que todo se mueva entrevías. Y no me refiero, precisamente, al popular barrio madrileño.
El asunto del tranvía no acaba de sorprendernos. No hemos digerido un nuevo dato, cuando aparece otro que nos deja atónitos y absortos. Lo del tranvía va camino de convertirse en la historia interminable que el ciudadano de a pie no alcanza a comprender.
No es de recibo que una obra que ha costado la friolera de 100 millones de euros se convierta en arma arrojadiza entre la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento o viceversa. Más allá de estar o no de acuerdo con esta infraestructura de lo que ahora se trata es de aplicar el sentido común en favor del interés general. ¿Se puede mantener una infraestructura en desuso a costa de que se deteriore? ¿Sería justo y sensato? ¿Lo entenderían los ciudadanos?
Un tranvía que podría estar funcionando en vacío y sin pasajeros porque cabe recordar que existe una resolución judicial que impide que pueda ser utilizado de forma gratuita por los ciudadanos. Pero funcionando.
Por otra parte, no es menos cierto, que el Ayuntamiento de Jaén no puede asumir el coste total del servicio dada sus penurias económicas por lo que habría que dialogar e intentar llegar a un acuerdo. Algo que actualmente parece inviable. Lamentablemente, la historia se repite en esta ciudad y en esta provincia. Ya ocurrió algo similar con la ubicación del nuevo teatro o con el Museo de Arte ibérico. Por no hablar de las instalciones deportivas del Felipe Arche. Aquí, cuando se trata de crear una nueva infraestructura o de utilizarla, el acuerdo entre las administraciones implicadas resulta no ya muy difícil, sino casi imposible.
Pues con lo del tranvía igual. El Alcalde dice que no existen papeles sobre la recepción de los vagones y la Junta de Andalucía los esgrime. Las dudas se multiplican. ¿Se trata de los mismos papeles? Si no es así ¿qué papeles exigen unos y han enseñado otros?
Al final las administraciones están condenadas a entenderse. Los ciudadanos no entenderían que el tranvía fuera objeto del "Pim, pam, pum... político". Sea como fuere este sistema de transporte está ahí y habrá que aceptarlo. La estrategia de la confrontación suele pasar factura y los ciudadanos están cansados de que todo se mueva entrevías. Y no me refiero, precisamente, al popular barrio madrileño.

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